Alea Lacta Est

¡Qué demonios! esto no puede estar pasando… Ese maldito engendro me está alcanzando. Al bosque nooo… de ningún modo ingreso al bosque, ahí perdería toda la ventaja que he conseguido… tengo que continuar bajando. No quiero mirar atrás, prefiero no saber a qué distancia se encuentra de mí. Maldito el día en que se me ocurrió venir hasta Rengo a comprobar la existencia de esta aberración. No sé en qué estaba pensando cuando acepté la invitación de participar en esta expedición…

Creo que tomando este sendero lograré despistarlo de algún modo, imagino que su inteligencia debe ser limitada, al menos su movilidad no ha sido lo suficientemente expedita como para alcanzarme…

El hedor que exuda es francamente irrespirable, una excrecencia similar a la que expele un cuerpo profanado, pero lo que produce mayor abominación es su aspecto desproporcionado, sus grandes y velludos brazos y piernas que parecieran estar curvadas hacia afuera. Estoy seguro que de alcanzarme destrozaría con facilidad mis extremidades para luego alimentarse con fruición de mis entrañas. Tal vez deba dejar de recrear situaciones tan ignominiosamente desagradables y concentrarme en el descenso. El barranco por el que bajo debe poseer unos 30 metros de profundidad, me aferro como puedo a las salientes rocosas con tal de no precipitarme al vacío, aunque si me dieran a elegir preferiría terminar mis días muerto a causa de una caída, que transformarme en alimento del abominable hombre de la nieves de Rengo.

¿Qué habrá sucedido con los demás? cada quien tomó el camino que lo alejara lo más posible del sasquatch, escapando sin preocuparse de nada ni de nadie. El impacto de verlo tan cerca nos conmocionó a tal punto que todos sentimos un pánico indecible, amplificado un centenar de veces por un aullido gutural que además infestó el aire circundante, acabando de inmediato con la valentía del más heroico de los chilénicos…

Tan desafortunada ha sido mi estrella en el último tiempo… me encontraba distraído cuando surgió de la espesura abalanzándose sobre mí, sin evidenciar grado alguno de timidez o confusión como han pretendido mostrar algunos investigadores de lo desconocido…

Por fin he logrado descender sin contratiempos. A la distancia logro verlo por primera vez en toda su dimensión, y está enfurecido… ha levantado una enorme piedra… mejor me escabullo con prontitud, pues seguro me la aventará… ¡oh por Dios! la roca ha caído a escasos centímetros. Por poco y me aplasta…

Creo que ya no está… debió desistir con impotencia y seguramente ha emprendido la búsqueda de los demás… ojalá que por el bien de aquellos, este monstruo no los encuentre… de todos modos debo apresurarme para dar cuenta a la policía de lo sucedido…

Esta debe ser claramente la situación límite más estresante que he debido soportar… y pensar que estábamos organizando una segunda expedición que nos llevaría a la isla de Chiloé en busca del trehuaco. Esta falta de previsión ha dejado en evidencia que algunos mitos o leyendas pueden ser perfectamente reales y horrorosas como en el caso de Pie Grande o el Yeti. Imagino que nadie tendrá ánimo de continuar con estas escaramuzas criptozoológicas… es recomendable mantener estos misterios como tales y dedicarse a su escritura e investigación desde la comodidad del estudio… nuevamente me pregunto, qué he venido a hacer a estos parajes de locura.

Los oficiales no dan crédito a mi confesión, piensan que me he drogado, que he ingerido alcohol. Pese a ello, intento explicarles con infinidad de detalles los sucedido a mis colegas chilénicos, sin embargo, ellos tornan a reírse desmesuradamente, como si mi relato se tratara de una amena anécdota… “son unos imbéciles sus amigos” me responden secamente… “que sientan el frío de la montaña por una noche, y les sirva de escarmiento… en estos parajes no se emprende una excursión sin estar preparado para lo peor, además lo que usted nos cuenta no tiene ningún asidero en la realidad. Seguro los demás también ingirieron lo mismo que a usted le lleva a elucubrar semejante historia…mañana temprano partiremos en su búsqueda…”

“Mañana será demasiado tarde ineptos… qué no comprenden el peligro al que están expuestas aquellas personas, no piensan acaso que su principal deber radica en resguardar la integridad física y psicológica de todos los chilenos”…

Esa exhortación al cumplimiento de su deber, desencadenó que me propinaran un fuerte golpe en la espalda con un bastón. El dolor agudo me intimidó a tal punto que consiguió su objetivo privándome de cualquier intento por continuar con el alegato de mis derechos y de sus deberes; ellos habían tomado ya una decisión y tenían una idea negativa en torno a mi aparición, de mi historia y de la situación de mis acompañantes. Nada más había que hacer o decir, alea iacta est…

En la soledad fría de la habitación en que me han dejado, pienso en mis compañeros, en su suerte y en la mía. Espero que todos hayan salido ilesos de esta locura. Me solaza imaginar el retorno a mi hogar para abrazar fuertemente a mi mujer e hija y jurarles no volver a salir de allí para satisfacer mi curiosidad. Ya bien avanzada la noche, la misma pregunta culpable me inquieta…

¡Qué demonios he venido a hacer a este lugar inmundo?

Si no se indica lo contrario, el contenido de esta página se ofrece bajo Creative Commons Attribution-ShareAlike 3.0 License