Entre la Tradicion y el Terror

Nuestro país, espacio múlti étnico y múlti cultural, es rico en leyendas y tradiciones en todas sus regiones, lamentablemente, nuestra tradición oral se va perdiendo en la sombra del olvido, las hermosas historias que nuestros abuelos nos contaban, las mismas que fueron narradas de generación en generación, desaparecen a un ritmo alarmante. Nuestra niñez y juventud crece sin un conocimiento cabal de lo que significa el amor y respeto por nuestra cultura.

Parte importante de nuestras tradiciones son las historias que involucran seres fantásticos de muy diversa índole, tanto bondadosos como malignos, estos últimos pueblan una gran cantidad de historias que en muchos casos nos mantuvieron despiertos hasta altas horas de la noche esperando escuchar la campanilla del kharisiri si nos encontrábamos en el campo o las cadenas de plata que arrastraba la mujer que fue convertida en mula blanca si nos encontrábamos como en mi caso en la ciudad de Potosí. Ejemplos como los anteriores podrían ser citados por docenas en cada ciudad o poblado de nuestro país, sin embargo van quedando cada vez más relegados.

A pesar de que se hacen esfuerzos aislados, en una gran mayoría, nuestro imaginario mitológico va quedando en el olvido, desafortunadamente esto es aprovechado por países vecinos, quienes cual aves carroñeras se encuentran al acecho de cobrar la mejor presa, nos preocupamos simplemente del robo de nuestras danzas y nuestra música, no obstante su voracidad llega a mucho más, tal es el caso de un personaje casi desconocido para muchos, no obstante considero que es un ser que merece ser más investigado, me refiero al Anchanchu o Abchanchu . Se trata de una especie de hematófago andino, de características bastante peculiares.

Existen muchas versiones acerca de su origen, no obstante la versión más creíble es que proviene de la cultura Callawaya, se trata del hermano contrapuesto del Eqeqo. El Mallcu de Chacamita poderoso señor de la región, tenía infinidad de concubinas, Curaj Mama, su legítima esposa, se sintió ofendida y recurrió al Machula Akhamani, quien dispuso que la hijos nacidos de la legítima unión serían hombres buenos,bondadosos y sinceros, por lo que los humanos les rendirán pleitesia en sitios preferencias de sus viviendas. En cambio, los hijos de las concubinas serían perversos, deformes, e instintos criminales y falsos por lo que los hombres huirian de ellos, por lo que serían obligados a vivir en sitios sombríos y solitarios.

Fue así que nacieron los Eqeqos, bondadosos, barrigones, de buen carácter, sonrientes y proveedores de favores, formaron sus hogares en las alturas de K’arilaya, en un lugar llamado Sut’ilaya (lugar de claridad o luz). Por otra parte, los hijos nacidos de las concubinas, nacieron enanos, similares a los Eqeqos, barrigónes, risueños, pero de risa sardonica, se deleitaban con el mal ajeno, de ojos pequeños y mirada penetrante, fueron nombrados Anchanchos o Janch’o Janchus, que se traduce como personas que comen con irá, eran la representación del mal, al sentirse rechazados por todos se trasladaron a los barrancos de K’arilaya, esparciendose luego a las regiones, se dice que por las noches se escucha su voz, similar al rebuzno de un asno.

Se dice que el Anchanchu es una raza de vampiro, residente inmemorial de las cuevas del altiplano. El Anchanchu suele aparecer bajo la figura de un anciano bondadoso, calvo, obeso y sonriente. Algunos lo describen vistiendo ropas antiguas recamadas en oro y portando un sombrero plateado de ala ancha. Sus características principales, al menos aquellas que describen con cierta alarma los viajeros del altiplano, son su cabeza y su sonrisa gélida, rígida, como petrificada en sus labios. No es un vampiro especialmente hábil para acechar a sus víctimas, de hecho, suele atraparlas apelando a distintos ardides. Su estratagema más habitual consiste en mostrarse como un inofensivo anciano en problemas. Con ampulosas solicitudes reclama la ayuda de los viajeros. Aquellos que ingresan en el fétido cubil del Anchanchu no vuelven a ver la luz del día.

Personifica en la deslealtad, la perfidia, la refinada perversidad y la lúgubre ironía. El Anchanchu es una deidad siniestra que sonríe siempre y sonriendo prepara los mayores daños; lleva la desolación a los hogares y destruye los campos sembrados cerca a las cuevas, huid de él, aconsejan, porque la dicha que brinda no es cierta, porque su trato cortés y afable, es la red con la que apresa a sus víctimas.

La hacienda, casa, o cualquier otro fundo donde mueren los propietarios con alguna frecuencia, la suponen habitada para el Anchanchu, que en la noche durante el sueño, les ha chupado la sangre o introducido alguna enfermedad, a cuya consecuencia se deben esas muertes.

Otros estudios folklóricos del altiplano boliviano revelan las profundas raíces pre-incaicas de la leyenda de Anchanchu . Sus ropas, de hecho, sugieren que pertenece al verdadero linaje divino, es decir, al oscuro panteón quechua, reducido y aplastado casi por completo por el cristianismo.

A pesar de su carácter fuertemente vernáculo, el Anchanchu no sólo se ceba con la sangre de los extranjeros. Las personas autóctonas del altiplano evitan a toda costa pasar por las grutas de esa región, temiendo que el viejo Anchanchu despierte.

Dicen los sabios que incluso aquellos que, por fortuna o valor, sobreviven los ataques del vampiro Anchanchu , pronto mueren debido a una extraña infección que la medicina moderna no ha logrado identificar.

De hecho, estos vampiros convertidos tienen un nombre propio: Anchanchun uñkata, los que han sido mirados por el Anchanchu.

A principios del siglo XVIII, como tantas otras criaturas fantásticas del altiplano boliviano, el Anchanchu fue perdiendo terreno hasta que por fin se recluyó —mitológicamente— en las regiones más inaccesibles de la montaña.

Un siglo después, revitalizado por cierta decepción popular acerca del carácter redentorio del cristianismo, el Anchanchu reapareció con vigor en aldeas y comarcas a lo largo de Bolivia, no así a lo ancho; ya que la región oriental le es absolutamente indiferente.

De vampiro temible y astuto el Anchanchu se convirtió en una especie de vándalo, causante de incendios y muertes sospechosas en la hacienda de llamas; más aún: el Anchanchu se transformó además en un demonio atmosférico, en una criatura que tiene potestad sobre los vientos y las tempestades.

Los ancianos que conocen la antigua tradición sugieren pronunciar el siguiente encantamiento cada vez que el caminante se cruce con un viento sospechoso en la montaña:

Pasa, pasa Anchanchu , no me hagas ningún mal, porque el Mallcu me ampara.

En la región del Salar de Uyuni, notablemente inhóspita, el Anchanchu todavía conserva algunos rasgos de su naturaleza vampírica.

No reside en el viento ni se ampara en la tormenta. Recorre cantando las planicies salitres con su eterna sonrisa, hablando dulcemente y arañando los cristales de las ventanas. Cuando la noche fría del salar llega a su punto más oscuro, velada la luna y las estrellas (que por allí brillan más intensamente que en ninguna otra parte), y los incautos no han tomado la precaución de trabar puertas y ventanas, el Anchanchu ingresa sigilosamente en los hogares, solicita hospedaje, y descubre sus antiguos instintos con macabra precisión.

Los sabios sostienen que, aún en circunstancias tan desfavorables, el Anchanchu puede mostrarse piadoso si se apela a su melancolía.

Si alguien le pide que cuente una historia el vampiro lo hará, con tanto entusiasmo que la luz del sol terminará barriéndolo hacia la noche ancestral que acecha en las tenebrosas grietas del altiplano.

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