El Otro Lado

Préstame toda la atención que seas capaz de concentrar. Lo que estoy a punto de contarte va a cambiar tu vida para siempre, puedo asegurártelo. Es de suma importancia que no tomes a broma mis palabras, y que confíes plenamente en mí; recuerda que lo hago por tu propio bien –aunque no te conozca de nada– y que nada me asegura recompensa en este asunto. Puede que algún día incluso me lo agradezcas; si no fuera así, quedaría confirmada tu transformación en víctima. Otra más. Y todo por dejarte engañar por la rutina de la realidad y las apariencias.

Ahora escucha: hace unos segundos recogías estos papeles impresos con la sana intención de pasar un rato agradable, buscando la inmersión en un relato divertido y apasionante que te revelase una historia nunca oída con anterioridad; algo de evasión momentánea de las cargas cotidianas, pero es otra cosa con lo que te acabas de topar. Y es aquí donde comienzan nuestras dificultades: el embrujo de los signos ya está en marcha –inevitablemente–, por desgracia. Ahora crees que todo lo que digo lo está diciendo el protagonista ficticio de este cuento, como parte del sedante hechizo literario; un hábil recurso del escritor para despertar mi interés –dirás. ¡No, no te dejes engañar! ¡DESPIERTA! A ese escritor ni tú ni yo le importamos lo más mínimo. Este personaje fue ideado para satisfacer su ego vanidoso y por otros motivos estrictamente económicos; y tú, lector, sólo supones una abstracción, una posibilidad en su mente. No nos conoce, no puede sentir nada por nosotros; para él somos olvido. Así que no me pierdas de vista en este baile de espejos.

Me ahorraré mi nombre porque carece de importancia; este mensaje –terrible fatalidad– es unidireccional, y jamás llegaremos a conocernos, menos aún de forma material. Nuestros respectivos mundos son completamente estancos uno respecto del otro. El sueño plasmado en papel representa la única vía comunicativa en ambos sentidos. Creo, por lo que he leído, que desde allí os referís a nosotros con el término general de ficción –con un cierto cariz peyorativo, si no me equivoco; y nosotros, por nuestra parte, os vislumbramos como onírisis–visiones de lugares de pesadilla que llenan nuestras cabezas en algunas noches desafortunadas, y que ciertos sujetos –escasamente apreciados– se encargan de transcribir como invitación a un morbo insano por el que nos dejamos arrastrar en contadas ocasiones. Sé que las leyes naturales que nos rigen difieren notablemente.

En vuestro mundo, os debatís los unos contra los otros en lucha perpetua por la supervivencia; la necesidad como constante motor de la actividad vital. Aquí, sin embargo, todo es bien diferente. Nuestras vidas son eternas; desconocemos el genuino sentido de eso que llamáis muerte, y el estremecimiento sombrío que os recorre bajo su sombra. Son otros los miedos que nos hacen sensibles. Has de saber que nacemos en la imaginación de criaturas –aparte de humanos– que habitan vuestra dimensión (¿Aún ignoráis a vuestros vecinos, verdad?). Nos une un fuerte vínculo con nuestro creador, al que conocemos y honramos desde el preciso momento del alumbramiento (nuestra percepción de vuestra circunstancia análoga es confusa. ¿Ignoráis quien os ha escrito?; parece que os referís a él con mil nombres distintos y metáforas, como si lo intuyeseis sin constancia de su naturaleza, creyendo o pensando sobre él para rellenar su vacua impresión mental).

Vuestro destino depende de la pericia artística del creador, en primera instancia, y de las diferentes percepciones que evoque su creación, en segunda. El mundo que nos otorga consistencia es siempre cambiante, fluido, en órdenes, lógicas y elementos; éste resulta más o menos complejo, amplio e interesante en función de quien lo interprete. Podemos llegar a vivir periodos inmensos, casi insufribles, en mitad de una lectura entrecortada, olvidada, o una visión obtusa y plana, hasta que alguien vuelve para reinterpretarla. Si es que alguien vuelve…he aquí nuestra ración de muerte, en su acepción de locura. Debemos luchar por mantener unidos ciertos fragmentos de identidad coherente en un erosionador tiempo infinito sometido a una multiplicidad de reconceptualizaciones.

Pero ya he hablado más de lo necesario sobre mi mundo. He de aprovechar para comunicar lo que desde aquí se aprecia de vuestro mundo, por si pudiera servir de algo. Soñamos con vosotros, divisamos la realidad sintética, absurda, mecánica y cruel que padecéis; nos conmueve vuestra naturaleza tendente hacia una perfectibilidad a través de la multiplicación, proceso en el que os consumís en las llamas del tiempo, el deterioro y la ignorancia, la inconsciencia. Ese destino programado os reviste de inocencia ante nuestros ojos, y por eso os seguirán llegando mensajes como éste, muchas veces en la voz de personas que os moverán a burla en lugar de confianza. Sois receptores de ideas –y no creadores, como pensáis– que surgen de centenares de fuentes, entre las cuales se hallan nuestros propios padres. Chistes, historias, melodías, leyendas, mitos, profecías…son modos formales de haceros llegar información que implica, previa asimilación subconsciente, cambios en vuestras acciones que derivan en nuevas realidades –que intentan modificar vuestro seguro y primario camino hacia la destrucción–. Somos los lazarillos que os invitan a abrir los ojos.

Aunque no es sólo la conmiseración por vuestra desgracia la que nos conduce exclusivamente, y en esto no hay motivos para no sincerarse. Como antes expuse, nosotros también necesitamos que viváis, si queremos evitar nuestra muerte particular en los olvidos y tiempos dilatados de no interpretación, esas condiciones de vacío que de las que muchos de nosotros no regresamos, desintegrados por y para siempre. Así, nuestra relación es de interés esencial y mutuo. Acudís a nosotros cuando necesitáis obviar, relativizar, superar la estructura de la Máquina; y os sentís en un mundo mejor después, después de habernos insuflado vida en vuestra mente, y después ya nada es exactamente igual que antes. La realidad ha cambiado. El deseo de entrar en contacto con nosotros aumenta en consecuencia, y la rueda del cambio ya no se detiene, mientras la Máquina se hunde en los cimientos de lo aceptado como base y no ya como altura rígida de un inamovible destino.

Es entonces, cuando la ficción comienza a filtrarse por las fisuras de vuestra monolítica realidad ancestral, erosionándola, trucando certezas por dudas, metamorfoseando la piedra en aire moldeable a voluntad, es entonces, digo, cuando uniéndoos a nosotros dejáis atrás la fatalidad de vuestra condición. La Máquina os hará sentir miedo cuando vuestros pies despeguen del suelo, pero no os asustéis, porque voláis hacia la Libertad.

Quien cree ciegamente en la ficción convierte sus imágenes en la secuencia de la realidad. Muchos de vuestros mal llamados locos viven mientras vosotros arrastráis plomo, subestimándolos con escarnio y risotadas injustificadas.

La ficción es la clave.

La intangible llave maestra que abre todas las cadenas, todas las puertas.

El laberinto de los estímulos no tiene salida.

Las ilusiones que proyecta la Máquina carecen de fondo.

La ficción es el camino que conduce a través del espejo de sus ojos enajenadores.

La Máquina os está utilizando, sirviéndose de vuestra energía. No le devolváis la mirada.

Sois algo más que piezas intercambiables.

Nunca lo olvidéis. Seguid interpretando.

Todos dependemos de ello.

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